domingo, 31 de octubre de 2010

CHICAS ROCKERAS Y METÁLICAS

Justine Frischmann- Elastica



Hayley Williams - Paramore - Rock Alternativo

Jennifer Weist - Jennifer Rostock - Punk Rock

Angela Gossow - Arch Enemy - Death Metal Melodico

Cristina Scabbia - Lacuna Coil - Metal Gotico


Avril Lavigne - Punk pop



Candace Kucsulain - Walls of Jericho - Metalcore



Florence Welch - Florence + the Machine - Rock Indie






Charlotte Cooper - The Subways - Rock Indie
Alissa White-Gluz - The Agonist - Death Metal Melodico


Simone Simons - Epica - Metal Sinfonico

martes, 26 de octubre de 2010

El nacimiento de Flema, por Sebastián, el baterista fundador de la banda

Un día cualquiera fuimos con Ricky a un festipunk vaya a saber dónde. Lejos. Ahí nos encontramos con un par de pibes que yo no conocía, aunque eran de Avellaneda como nosotros: Juan Fandiño y Fernando Cordera. Pelos parados de colores, camperas rotas y pintadas al aerosol: A con circulito, etc. Juan le contó que tenía una banda: Flema. Él tocaba la guitarra y Fernando cantaba. Había un baterista de Belgrano, y bajista había que buscar. Pero ya tenían compuestos dos temas y todo. Y como Juan apenas sabía rasguear las bases, lo invitó a Ricky (que en Avellaneda tenía su prestigio como guitarrista) a unirse al grupo para puntear y todas esas cosas. Ahí yo dije que era el mánager de Ricky (?), así que si él entraba a Flema yo tenía que managerear.Hubo acuerdo. La semana siguiente fuimos a ensayar, en un sucucho donde el padre de Juan tenía depositada la ropa que vendía. El baterista no vino. -Este guacho... Ya es la tercera vez que falta. Y eso que es la cuarta vez que ensayamos -explicó Juan. Entonces me acordé que yo, en la primaria, siempre en los actos patrios tocaba el bombo: Zamba de mi esperanza, etc.; así que mientras se los contaba me fui sentando a la batería, cosa que en mi puta vida había hecho jamás. Tres viernes más tarde ya teníamos un repertorio de veinte temas, un bajista cuyo nombre lamentablemente no recuerdo y estábamos debutando en Gracias Nena, un lugar que quedaba por ahí (cerró poco después) con Comando Suicida, Sekuestro, Conmoción Cerebral y no sé si alguno más. Así empezó Flema. Ricky y yo nos hicimos amigos cuando el entró al Arcamendia, de Barracas, en 1985. Yo estaba en 5º, y él entró a 4º, aunque era un año y medio mayor que yo (en ese colegio descontrolado logró pasar a 5º, pero igual después lo echaron). En realidad, yo ya lo conocía desde el año anterior, de verlo por ahí en Avellaneda, donde Ricky ya era bastante famoso, antes de tener banda ni nada. No era una fama precisamente musical la suya. Era reconocido por personaje, bardero y payaso. Una anécdota (para que se den una idea): el 21 de septiembre del '85, una buena cantidad de estudiantes (?) nos habíamos juntado en Plaza Alsina (la de Mitre) en plan de ir a Villa Elisa o algo así. Eran como las nueve de la mañana; la mayoría veníamos siguiéndola desde la noche anterior. Averiadísimos. Y a Ricky no se le ocurre mejor idea que la de subirse al escenario que habían montado para el acto municipal el día de la primavera, y ponerse a hacer un show cantando a capella. Los que conocen Plaza Alsina, sabrán muy bien la cantidad de gente, familias y señoras que circulan por allí a esa hora. Bien; la cosa es que Ricky, entusiasmado por la reacción del público (la manga de descerebrados que estábamos abajo, muertos de la risa y aplaudiendo), coronó su performance bajándose los pantalones y el slip hasta las rodillas, mientras improvisaba unos pasitos de baile. Muy sexy. Así, por lo menos, debían opinar un par de policías que aparecieron de la nada, porque lo cazaron del cogote y lo llevaron a que terminase el strip-tease en la Primera, a apenas un par de cuadras de la plaza. Hasta ahí nada extraordinario: lo que nunca me voy a olvidar fue cómo a los diez minutos una treintena de enfermos/as estábamos en la puerta de la comisaría, a los gritos pelados exigiendo la inmediata presencia del Rati en Jefe. ¿Cómo van a detener a un estudiante que lo único que hizo fue una travesura en su día? ¡Liberen a Ricky! Era la toma de la Bastilla. No sé cómo no terminamos todos adentro. No me lo explico. A lo mejor el comisario venía con resaca, le dolía la cabeza y no quería quilombo. Como sea, al rato nomás por la nefasta puerta aparece el muchacho, sonriendo triunfante y con los dedos en V, como si afuera estuviera Crónica TV y la CNN cubriendo la noticia. Y marchó cargado en andas por la multitud de vuelta hasta la plaza. Increíble. Bueno: por boludeces por el estilo, Ricky ya tenía su fama en Avellaneda. En el Arcamendia, nuestra vida académica era así, día tras día: nos juntábamos (una banda) a las doce en el almacén del gallego, que nos vendía cerveza, o vino, o Gancia, o Legui, o licor, o Tres Plumas, en fin, lo que quisiéramos; cada dos meses la ley le clausuraba el local pero el viejo debía tener sus contactos en la embajada española porque a las 48 hs. ya estaba lo más orondo meta despachar. A nosotros la policía no nos jodía mucho que digamos, supongo que porque éramos muy respetuosos con la gente del barrio, con las señoras que iban con la bolsa a comprar. Nadie nos denunciaba; y eso que secamos el árbol de la veredita del almacén. De tanto mearlo, se entiende. A plena luz del día. Pero éramos buenos chicos. "Buenas tardes, doña", le decíamos a la vecina que pasaba mientras nos sacudíamos el surtidor antes de guardarlo. "Buenas tardes, joven", nos contestaba la mujer, encantada de ver semejante educación en muchachos de tan corta edad. Una vez en estado (además del alcohol, nunca faltaba algún par de fasiños para completar esos desayunos) nos dirigíamos a clase, y a la salida otra vez a lo del gallego hasta las nueve o diez de la noche. Con todas estas actividades nos íbamos forjando como seres humanos integrales, de cara al mañana que nos aguardaba. ¡Ah, qué doloroso fue terminar el secundario! En la entrega de diplomas debo haber llorado tanto como aquellas compañeras que fueron de vestidito cheto y peinado de peluquería. Debo haber llorado, digo, porque la verdad es que no me acuerdo. Por aquella época Ricky tenía una banda de black metal: Overkill. Y que conste en actas: el black metal todavía no existía. Quiero decir, si Venom, Sodom y/o Slayer ya venían tocando, lo que es acá no había ni noticias. La cosa fue así: formaron el grupo con otro notorio personaje de Avellaneda, Juan Falopa. Éste era (y hoy día debe recontra ser) una especie de esqueleto andante. Decía que era brujo satánico. Según una leyenda barrial, Juan, en su carácter de brujo de alto grado, tenía el poder de desaparecer de donde estaba y al momento aparecer en cualquier otra parte. Eso sí: podía hacerlo únicamente una vez al año. A mí, personalmente, una vez uno me contó que: Juan estaba en casa de Fulano, también estaba Mengano, se estaban tomando unos vinos, y de repente Juan se para y dice: "Bueno... voy a desaparecer". ¡Y desapareció! ¿Y dónde fue a parar? ¡Qué sé yo! Pero de ahí se esfumó como por arte de magia. Fulano y Mengano lo juran por sus madres. Totalmente convencido, me lo decía el pibe. Yo nunca entendí por qué Falopa no usaba su don para irse a las Bahamas, por ejemplo en diciembre y volver en enero; o aunque sea, si el truco tenía un alcance limitado y no le daba el kilometraje, para evadirse de la comisaría alguna de las innumerables veces en que lo invitaron a disfrutar de la hospitalidad policial. Se ve que prefería impresionar a los amigos. Pero no pretendo que la mente de un monje infernal sea comprensible para un simple mortal como yo. ¿A qué venía todo esto? Ah, ya recuerdo: un día Ricky va al ensayo de un grupo que tenía este Juan. Por más brujo que fuera, ese día no podía afinar el bajo. No había manera. Hasta que en un momento se sacó, agarró al pobre instrumento por el diapasón y se puso a estrolarlo contra el piso hasta hacerlo cajeta. "Sabés quién me hace esto, ¿no? ¡Sabés quién me lo hace!" le decía al guitarrista, imagino que refiriéndose a Dios o a algún santo. En ese mismo instante Ricky decidió que quería a ese individuo en su conjunto. Y así empezaron. Querían hacer una onda heavy como Maiden pero oscuro como Black Sabbath y podrido y rápido como Mötörhead, y como eso no tenía nombre se les ocurrió ponerle "black metal". Sí señor: inventaron el género más o menos al mismo tiempo que Cronos en Londres, pero en Avellaneda. Claro que la repercusión, y por tanto la gloria, la tuvieron los de allá. Lo mismo de siempre. Una lástima. Si no ahora podríamos decir: el colectivo, el dulce de leche, la birome, la huella digital y el black metal. Qué le vamos a hacer, che. Así son las cosas. Desgraciadamente, con estos pioneros del satanismo no pasó gran cosa. Tocaron cuatro o cinco veces en unos antros de mala muerte y la banda se disolvió. Yo era el mánager (?). Y soy testigo: Ricky -usaba el seudónimo artístico de "Ricky the Kill"- subía a tocar pintarrajeado más o menos como ahora, en una época en que Marilyn Manson lo más loco que hacía era pispearle de coté la poronga a sus compañeros cuando meaba en el baño de la high-school. Así que no jodan
La muerte de Ricky Espinoza
(31/12/1966/-30/05/2002)

-Su muerte se produjo cuando Ricardo Espinosa y Luichi llegaron de grabar las voces para el último álbum \"5 de copas\". Volvían en el remis privado de Ricky, tomando alcohol fino con jugo Tang, festejando la finalización de la grabación. Llegaron a la casa de Luichi, situada en un quinto piso de un monoblock de Avellaneda. Cuando entraron siguieron bebiendo, se pusieron a jugar al Winning Eleven para Playstation. El televisor estaba situado al lado de una ventana y repentinamente Ricardo gritó \"Me tiro, me tiro\", Y se lanzó sin razón aparente al vacio. Otra versión de los hechos es que se había realizado una apuesta en broma de que se tiraba quien perdía el juego, aunque al parecer Espinoza tomó la apuesta en serio. Cuando llegaron las ambulancias era tarde. Luego de su muerte, el resto de los integrantes de Flema y otras bandas punk locales, como Villanos y El otro yo organizaron un recital en su honor. No pudieron hacer un velatorio decente porque los dueños de la casa funebre vieron que la multitud de punks que se juntaba y decidieron suspenderlo. Tuvieron que velarlo en el patio de la casa del hermano. Hoy yacen sus restos en el pabellon verde llamado Juan XIII, en el Cementerio del barrio de Avellaneda, y todos los 30 de Mayo, una multitud se junta a rendirle homenaje.

martes, 19 de octubre de 2010

"SYD BARRET, EL DIAMANTE LOCO DE FLOYD"

Roger Keith Barrett (6 de enero de 1946 -7 de julio de 2006), conocido como Syd Barrett, fue uno de los fundadores de uno de los mejores grupos de la Historia del Rock, Pink Floyd.

Tenía 60 años cuando murió Syd Barrett, el legendario fundador de Pink Floyd Brilló brevemente en los años ’60, hasta que su frágil salud mental lo obligó a abandonar la banda que contribuyó a crear. Desde entonces, se convirtió en un recluso. Apenas salió para grabar sus discos solistas y para una extraña –y mítica– visita a sus ex compañeros de Pink Floyd, que grababan “Brilla tú, diamante loco” en su honor. En los últimos años, lo único que se sabía de él era que se dedicaba a pintar y desconocía su pasado como músico.

Pocas figuras en la historia del rock han encarnado el mito del genio enloquecido y torturado como Syd Barrett, legendario fundador de Pink Floyd, quien falleció en su casa de Cambridge, Inglaterra, por causas aún no determinadas (se habla de complicaciones de la diabetes y de cáncer). Es que Barrett fue una supernova que brilló intensamente durante un breve período y en 1968, producto de su frágil salud mental, combinada con dosis extremas de ácido lisérgico, abandonó la banda y se convirtió en un recluso. Sólo salió para grabar sus dos álbumes solistas y, extrañamente, para visitar a sus ex compañeros de Pink Floyd, que registraban “Brilla tú, diamante loco” en su honor. Pero Roger Waters y David Gilmour tardaron en reconocer al joven bello y creativo en ese tipo gordo y con la cabeza rapada. Así de mal había quedado el autor de “See Emily play”, la primera canción de Pink Floyd que llamó la atención del mundo del rock.

Lo único que se sabía de él en sus últimos tiempos era que se dedicaba a pintar y, tras la muerte de su madre, a destruir sus obras terminadas. De vez en cuando aparecía alguna foto que lo mostraba convertido en un señor calvo, de mirada huidiza, que iba un par de veces al día a comprar cigarrillos y el Daily Mail. A veces accedía a ver algún documental sobre él mismo o firmaba ejemplares escogidos de un libro con imágenes suyas de los ’70. Todavía mostraba signos de la paranoia que lo forzó a dejar Pink Floyd, pero era amable con quienes charlaban con él sobre temas cotidianos. Se dice que solía pasar varias horas de cada día sentado, mirando la puerta trasera de su casa.
Nada contrasta tanto con esa imagen como la del artista visionario que en 1965 había formado una banda junto al bajista Roger Waters, el baterista Nick Mason y el tecladista Rick Wrigth y la había bautizado juntando los nombres de dos de sus artistas de blues favoritos: Pink Anderson y Floyd Council. En poco tiempo, Pink Floyd se convirtió en una banda importante para el Swinging London y se presentaba seguido en el UFO Club, sitio clave para el rock psicodélico. El productor Joe Boyd (que luego trabajaría con Nick Drake e Incredible String Band) grabó “Arnold Layne”, el primer single del cuarteto, que hablaba de un hombre que robaba ropas de mujer para travestirse. La canción llamó la atención del sello EMI, que firmó contrato con el grupo.
See Emily play”, de 1967, fue el primer hit de la banda, que ese mismo año editó su primer álbum, The piper at the gates of dawn. De las once canciones del disco, una llevaba la firma de Waters y dos las de todo el grupo: el resto era Barrett puro. Y no sólo era el compositor principal, sino también el guitarrista que experimentaba con pedales novedosos y que usaba un encendedor metálico sobre el diapasón para extraerle sonidos distintivos a su
Fender Esquire. Su sentido del tempo también era bastante particular, hecho que se exacerbó cuando su mente comenzó a fallar. The piper... se grabó en los estudios Abbey Road, al mismo tiempo que los Beatles le daban forma a The Sgt. Pepper’s lonely hearts club band. La mágica combinación de elementos psicodélicos hizo del debut de Pink Floyd una pieza única e irrepetible incluso para la propia banda, que tomó otros rumbos (más exitosos, por cierto) tras la partida de Barrett.El disco llegó al top 10 y la banda a ganar cada vez más fans, pero el comportamiento de su líder era cada vez más inestable: el LSD no hacía sino complicar sus problemas mentales. En los conciertos, Syd ya era una molestia: a veces directamente no tocaba una nota y otras daba signos de enajenación. Waters recuerda que, durante la primera gira norteamericana de Pink Floyd, en el camarín del Cheetah Club de Santa Monica, Syd pidió un frasco de gomina y se lo volcó en la cabeza. Mientras el fijador se derretía y él se veía como si su piel estuviera en estado de descomposición, salió al escenario. En los programas de televisión no hacía la mímica requerida en las canciones y no contestaba cuando le hacían alguna pregunta.
De vuelta en Inglaterra, la banda incorporó un segundo guitarrista, David Gilmour, porque nunca se sabía si Barrett iba a presentarse o no. Le insistían para que fuera a tratarse, pero él no prestaba atención. Pasaba la mayor parte del tiempo mirando a la nada. Y un día de enero de 1968, camino a un show en Southampton, los miembros de Pink Floyd decidieron no pasar a buscar a Barrett. Se suponía que seguiría ligado a la banda como compositor, pero en el segundo álbum del grupo, A saucerful of secrets, sólo había una canción firmada por él: “Jugband blues”.

Después de compartir vivienda con el fotógrafo Mick Rock, quien se ocuparía de la imagen de la tapa de su primer disco solista, Barrett se mudó a un departamento en Earls Court, Londres, al que sólo entraban sus ocasionales novias y los amigos más íntimos. Barrett había pintado de azul y rojo los listones de madera del piso (sin haber limpiado antes: se veía la basura bajo la pintura), salvo en el rincón en el que había depositado un colchón y un equipo de audio.
De ese departamento salió para grabar, en 1970, sus dos discos solistas: The madcap laughs y Barrett. En ambos contó con la ayuda de sus ex compañeros de Pink Floyd: el primero fue producido por Gilmour y Waters, el segundo por Gilmour y Wright. Son dos trabajos de difícil acceso, pero que marcaron a artistas como David Bowie, Graham Coxon (ex Blur), Julian Cope y Robyn Hitchcock. Opel, publicado en 1988, es una recopilación de grabaciones inéditas de aquellas sesiones de 1970, y también el final de la discografía oficial de Barrett (aunque también puede contarse un maravilloso disquito con unas Peel Sessions). También fueron escasísimos los conciertos que hizo el cantante desde entonces, como solista (con la ayuda de Gilmour) y luego con una efímera banda llamada Stars.
En 1974, un atormentado Syd regresó a la casa de sus padres y nunca volvió a grabar o a presentarse en vivo. Cada tanto retornaba a Londres por un tiempo, hasta que en 1981 se recluyó definitivamente en el nuevo hogar de su madre, también en Cambridge. Prefería pintar y ocuparse del jardín, mientras sus ex compañeros se convertían en estrellas de una dimensión que a Barrett sólo lo habría puesto más paranoico. En la misma casa que habitó durante los últimos veinticinco es donde Syd Barrett falleció “pacíficamente”, según su hermano Alan. Es difícil que la muerte aumente el mito del artista torturado y genial más que lo que lo hizo su propio abandono del mundo. Es que no importa lo breve de su legado: para miles de admiradores en todo el mundo, el diamante loco nunca dejará de brillar.
A diferencia de otros rockeros ilustres que construyeron su leyenda a partir de muertes escandalosas, Syd Barrett murió rodeado de paz y silencio. Para la historia fría del rock estaba muerto desde hacía 35 años; apenas necesitaba una certificación burocrática (ocurrida finalmente el viernes pasado y conocida ayer) para agregar su nombre al panteón. Sin embargo, en los pliegues de esa misma historia, Barrett tejió sin querer y sin saberlo, una sobrevida fascinante, que durante tres décadas se alimentó sobre la base de la ausencia y el misterio. Una mezcla de admiración y de morbo acompañaba a esos cientos de fans y periodistas que deambulaban por Cambridge en busca del milagro: ¡la aparición de Syd Barrett! Las conjeturas sobre los días y las horas del fundador de Pink Floyd no contemplaban esa trampa que suele ofrecer el tiempo: cuando pensábamos en Syd, aun conociendo su agonía melancólica, seguíamos “viendo” a aquel lunático poco más que adolescente que abonaba su talento con sobredosis de LSD.

Pink Floyd emitió un comunicado sobre la muerte de Barrett: “La banda está, naturalmente, muy enojada y muy triste por haberse enterado de la muerte de Syd Barrett. El fue la luz que guió a la banda en sus comienzos y deja un legado que continúa inspirando”. El guitarrista de Pink Floyd, David Gilmour, había dicho sobre el artista al que reemplazó: “Encuentren algo de tiempo para escuchar las canciones de Syd y para recordarlo como el genio disparatado que nos hizo sonreír a todos con sus canciones maravillosamente excéntricas sobre bicicletas, gnomos y espantapájaros. Su carrera fue dolorosamente corta y, sin embargo, llegó a más personas que las que pudo imaginar”.
David Bowie también tuvo palabras para despedir a Syd: “Era un verdadero diamante. No puedo expresar lo triste que me siento. Syd fue una gran inspiración para mí. Las veces que lo vi actuar durante los ’60 quedarán grabadas para siempre en mi mente”. Graham Coxon, ex guitarrista de Blur, reconoció muchas veces la influencia que ejerció Barrett en su música. Ayer subrayó algo que podrían ratificar miles de fans: “Durante veinte años, Syd me transportó a lugares mejores”.
Brilla tú, diamante loco
Roger Waters & David Gilmour (dedicado a Syd Barret) Pink Floyd - 1975 )

"Recuerdo cuando eras jove, brillabas como el sol...Brilla tú, diamante loco...Ahora hay una mirada en tus ojos, como agujeros negros en el cielo...Brilla tú, diamante loco...Quedaste atrapado en el fuego cruzado de la niñez y el estrellato, te voló la brisa de acero...Brilla tú, diamante loco...Vamos, blanco de risas distantes...Vamos, extraño, leyenda, mártir, y brilla....Alcanzaste el secreto demasiado pronto, le lloraste a la luna...Brilla tú, diamante loco...Amenazado por sombras en la noche, y expuesto en la luz....Gastaste tu bienvenida con precisión aleatoria, cabalgaste en la brisa de acero...Vamos, juerguista, visionario...Vamos, pintor, flautista, prisionero, y brilla..."

viernes, 15 de octubre de 2010

El nuevo proyecto de la Dama Argentina del Rock

Erica Garcia regresó a nuestro país para darle forma a un nuevo proyecto artístico, que fue gestando durante su estadía en los Estados Unidos. Junto a su nueva banda, Érica/Eleven, el viernes pasado realizaron una presentación exclusiva para la prensa, en la que tocaron algunos de los temas que conformarán el próximo disco. Además, pudimos realizarle una entrevista en la que nos contó algunos detalles de este nuevo camino en su carrera.

Erica García, 2010
Después de siete años de ausencia en los escenarios porteños, Érica García volvió a tocar en la Argentina. “Realmente lo presenté hoy porque tenía muchas ganas de tocar y para que sepan que estoy tocando otra cosa, porque sino imaginate hasta que salga el disco, lo grabemos. Vamos a entrar a grabar la semana que viene, que sale un disco es todo un proceso, que quizás tarda seis meses. Y yo no puedo esperar seis meses para mostrar lo que estoy haciendo por eso me presenté hoy acá”, dijo en una entrevista exclusiva.
El disco aún no tiene nombre ni fecha de salida al mercado. Igualmente ya están todas las canciones compuestas. Algunas de ellas fueron adelantadas en este pequeño show realizado por Érica/Eleven. La banda que completan Gerard Farez en teclados y Federico Estevez en batería, tocaron “Tan normal”, “No tengo miedo al amor” “Ya viven” y “Estado real”.
Érica mantiene, sin dudas, esa potencia en su voz, la que la hizo ser una de las figuras destacada del rock femenino, pero con una idea musical diferente de lo que fue “Amorama”, el último disco editado en nuestro país.
La base rockera continúa intacta, pero esta vez, combinado con sonidos autóctonos. Ella misma lo describe: “En todo aspecto es diferente, por que este disco lo gesté yo completamente en mi computadora en otro país, pensando en cómo fusionar todo lo que había aprendido, con todo lo que quiero expresar, con una idea que no sea como caída de otro planeta. Entonces la gestación del disco fue totalmente extraña, no extraña a mí, si no diferente a lo que había sido en los discos anteriores”. Teniendo como referencia su último trabajo, podría esperarse un rock más puro, más fuerte, sin embargo la fusión de estilos le da un giro interesante a sus canciones. Sin dejar de sorprender, el resultado es realmente bueno
Una vez terminada la presentación Érica conversó con nosotros. Toda la fuerza y la energía que mostró sobre el escenario se ven opuestas a la tranquilidad y la paz que brinda cuando habla:
¿Cuándo van a estar presentado el disco?
Vos estás preguntando cosas que todavía no sabemos. Lo que acabamos de ver y escuchar es “Érica García/Eleven” que es mi nueva banda, mi nuevo proyecto. Tu pregunta, para contestarla, te puedo decir un “no se cuando sale el disco”. Pero vamos a tratar de que sea muy pronto, ya está todo compuesto, todo hecho, sólo falta entrar, grabar, hacer cosas rápidas de diseño y lo que requiere un disco.
-Llevás mucho tiempo viviendo en el exterior, ¿qué te hizo volver a la Argentina?
Lo que me pasa es que yo ya comparto los dos lugares. A mí me costó en todos estos años entender la evolución musical que yo había tenido, cómo podía hacer algo que pudiera transmitir para la gente de Argentina, que es mi país, con influencias de otros países. Me rompí la cabeza con eso. Necesité muchos años para madurar eso. Y ahora lo sentí como que listo, está ahí en el aire. Esto es lo que pasa ahora. Son cosas que te planteas por qué no lo hiciste antes, hay un momento justo para cada cosa y es éste.
¿Qué diferencias encontrás entre este proyecto del disco y los anteriores?
La banda ya es diferente, no es como una banda tradicional donde marcás “cuatro” y todos tocan, si no que hay mucho trabajo previo y mucho trabajo de secuencias. Algunos temas pueden parecer un cuelgue, medio experimental, pero está todo calculado, todo medido, hasta las partes donde improvisamos. Lleva mucho trabajo, mucho trabajo al cual yo no estaba acostumbrada; este show llevó un trabajo que vos no te podés imaginar. Pero sí, es un proceso totalmente diferente al que había hecho en los discos anteriores.
-Hablaste recién de procesos y hoy también lo hiciste en el escenario, ¿qué proceso interior tuyo hubo para llegar a un disco musicalmente distinto de los anteriores?
No, la vida, nada más que eso. No es una cosa chiquita vivir muchos años en otro país. Yo no me siento lejos, siempre me sentí cerca, además tengo una estructura de pensamiento, de cómo me criaron, que me siento bien en cualquier parte, te da la facilidad de vivir en otros lugares. Pero a la vez eso te va dando otra experiencia, otra manera de ver la vida, ni mejor ni peor, si no desde otro punto, tomás otras referencias, aprendés otras cosas. Para mí no hay vuelta atrás, me encanta. No te puedo explicar lo que fue mi cabeza el día que volví, es más estoy todavía como en una nube, y esas cosas me encantan, me gusta porque me inspiran mucho.
¿Cuánto tiempo pensás quedarte en la Argentina?
Todo el tiempo que requiera el disco, estoy pensando en actuar en proyectos de cine que tengo. Y después la vida, que se yo, yo planeo: me quedo ocho meses, me quedo un año y te quedás toda la vida. Yo a Los Ángeles me fui por dos meses y me quedé siete años.
Si bien todavía falta un tiempo para que el disco esté en las calles, la noticia es que Érica García regreso a los escenarios de nuestro país, después de muchos años en Los Ángeles. Y el regreso es prometedor, no sólo por su misma ausencia de siete años, sino porque el proyecto musicalmente hablando es más que interesante, donde puede verse una nueva faceta de esta artista, sin dejar de lado la anterior.
Fuente:www.rock.com.ar